Lo que no te ahoga

Te hace más fuerte

Hacer ejercicio te hará sentir débil (y eso es la mejor señal de que lo estás haciendo bien).

Voy a ser directo: te vas a sentir como una piltrafa.

Al principio, cada flexión, cada sentadilla, cada kilómetro… todo te hará pensar que te has metido en un terreno que no es para ti. ”¿De verdad esto es progreso? ¡Si parece un castigo!”

Te dolerá todo. Hasta músculos que ni sabías que tenías. Y la voz en tu cabeza se convertirá en una pesadilla profesional.

“Déjalo para mañana.”

“No te mates, hombre, un día no pasa nada.”

”¿Para qué haces esto si igual te vas a comer una pizza luego?” O una ensalada en el caso de lucia la violinista…. O 3 pizzas en el caso de Elena dinamita.

Pero aquí está el truco: esa debilidad que sientes es justo lo que necesitas. Es la prueba de que estás avanzando, aunque no lo veas, o que le pregunten a mi hermano Pablo .

Porque, escucha bien: nadie se convierte en Hulk en una semana. La fuerza no llega el primer día. Llega en el momento en que sigues, aunque estés cansado, aunque te falten las ganas, aunque pienses que todo esto es una tortura medieval.

Hacer ejercicio te hará sentir débil. Pero esa debilidad de hoy es la fortaleza de mañana. Y un día, sin darte cuenta, estarás haciendo cosas que antes te parecían imposibles.

Así que, no es fácil, pero es simple: Hazlo. Aunque duela. Aunque odies cada minuto. Porque ahí es donde empieza el verdadero cambio.

¿Te atreves a sentirte como una piltrafa hoy para ser imparable mañana?

De la debilidad a la fuerza, y de la tormenta a la calma.

Ahora vamos con algo más personal.

Antes de la DANA de Valencia, mi vida parecía sacada de un manual de productividad:

 Tenía planes de viajes, tanto para trabajar como para desconectar.

 Una semana antes, estaba con mi familia mirando mi futuro coche, un Mazda CX 60 (lo veía ya en mi garaje, ¡qué bonito sueño!).

 Teníamos la agenda reventada de tareas: mi trabajo, el de mi mujer, y las tareas del community manager. Todo planeado al milímetro. La facturación proyectada para el año: mínimo 120.000 €, sin contar ideas extra.

Todo iba bien. Tan bien que daba hasta miedo.

Pero entonces, llegó la tormenta. Literalmente.

Nadie podía prever lo que nos caería encima. Bueno, algunos sí, pero ese es un tema político que mejor dejo para otro día (que si me caliento, no acabamos).

¿El resultado? Dos meses jodidos. Todo se fue al garete. Los planes, los proyectos, las facturas… todo barrido por algo que no podíamos controlar. Y lo peor: yo no tenía ganas ni de mirarme al espejo, mucho menos de ayudarme a mí mismo.

Solo quería ayudar a los demás. Pero como siempre digo, y esta vez me lo apliqué a mí mismo, necesitaba soltarlo todo.

Me tomé un tiempo. No días enteros, ¿eh? Apenas un par de horas. Pero esas horas fueron clave.

Las usé para maldecir, gritar, desahogarme. Sacar toda la mierda que llevaba dentro.

Y luego llegó algo curioso: la calma. Esa famosa calma que dicen que aparece después de la tormenta.

Gracias a eso, y a un cambio de mentalidad (y ritmo de vida), ahora, después de dos meses, vuelvo a ver la luz al final del túnel. Aunque, entre nosotros, qué túnel más cabrón. Qué largo se hace.

Pero ¿sabes qué? Mañana te voy a contar qué fue exactamente lo que me ayudó. Porque estoy seguro de que más de uno ha pasado (o está pasando) por algo parecido.

Y aquí estoy, para ser, como dicen, la luz que guía vuestro camino… aunque a veces yo también haya estado buscando la linterna.

Te subes a mi carro ? [email protected] aguacate