El precio

“Yo no necesito negociar, Jorge. En el tattoo se cobra lo que se cobra.”

Hace un TIEMPO NO MUY LEJANO un compañero de oficio me dice :

Yo no necesito negociar mi precio, mi trabajo vale lo que vale….

Spoiler: ESTUDIO CERRADO Y AHORA TRABAJANDO DE NO SE QUÉ.

Casi me da un calambre en la rótula de reírme.

Mira…

Hay quien cree que negociar solo es cosa de ejecutivos trajeados apretando proveedores para sacar márgenes.

Y hay quien piensa que los tatuadores solo tienen que tatuar, que del dinero ya se encarga el universo o el karma o el algoritmo de Instagram.

No, amigo.

Si tatuas, negocias.

Y si no sabes negociar, te comen.

Te pongo ejemplos reales:

• Te llega un colega de esos que te dicen:
  
  “Bro, ¿me haces un tatu pequeño? Algo sencillo… Lo típico, un león realista en el brazo entero por 50 €”.
  
  

• O te escribe un cliente y suelta:
  
  “Está guapísimo… ¿me lo puedes dejar más barato si me tatúo más adelante? Tengo ahora un par de cosas…”
  
  

• O incluso peor: te dicen
  
  “Lo estoy pensando, pero un amigo mío me lo hace por la mitad”.
  
  

Y ahí es donde… muchos la cagan.

La mayoría se justifica, se enfada o rebaja su precio por miedo a perder el cliente.

Y lo entiendo.

Porque eso no es solo una conversación.

Es ansiedad.

Es sudor.

Es el cuello tenso.

Es pensar “mejor algo que nada”.

Es miedo disfrazado de humildad.

¿Sabes cuál es la diferencia entre vivir del tattoo y sobrevivir con él?

Negociar bien.

Saber cómo decir que no.

Saber cuándo callar.

Saber cuándo ceder y cuándo subir el precio.

Y sobre todo, no temblar cada vez que alguien te pone en duda.

Lo que casi nadie te enseña cuando te metes en este mundo es que si no sabes vender tu trabajo y defenderlo con tranquilidad…

no vas a aguantar.

O vas a acabar harto.

O vas a dejarlo.

O lo que es peor: vas a seguir tatuando con cara de frustración, cobrando menos de lo que vales.

Yo enseño a tatuar, sí.

Pero también enseño a defender tu valor.

Y cuando aprendes eso, pasas de decir “sí” a todo como un desesperado…

a mirar al cliente con calma, sabiendo que el que decide eres tú.

P.D.

¿Te cuesta poner precios?

¿Te regatean?

¿Te da miedo perder un cliente por decir lo que vale tu trabajo?

Entonces, no necesitas una máquina nueva.

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