El arte de cagarla

Aunque lo disfrute

Cosas que pasan cuando no te explicas bien (y te callas el precio…)


Esta semana me pasó algo que hacía tiempo no me ocurría. Un clásico.

Llega al estudio una clienta nueva. Primer tatuaje. Virgen de tinta. (Bueno, de tinta, porque de lo demás, ya era mamá. Y ya sabes lo que pasa cuando te conviertes en madre: el caos, las ojeras… y de repente te apetece marcarte algo en la piel, como si no fuera suficiente con las marcas de los bebés).

La cuestión es que quería el típico tattoo de Pinterest: Madre e hijo abrazados.

¿Sabes cuál, no? El diseño que tienen como mínimo 7 de cada 10 madres en España.

A ver, que no juzgo (bueno, un poco sí). Pero para mí los tatuajes tienen que ser como las huellas digitales: únicos. Y no un calco de lo primero que encuentras en Google.

Así que le solté, sin anestesia:
—Señorita, ¿no sería mejor usar una foto tuya con tu hija? Algo vuestro, único, que no tenga tu vecina del tercero.

¿Y qué crees que me contestó?
—"Es que no sé… Es que me gusta así…"

PUM. En toda la cara.

Pero, como soy un pesado (y un poco cabezón), insistí.
Al final, la convencí.

Hasta se emocionó y me pidió que fuese un tatuaje realista. Ella y su hija, juntas. Y claro, ¿qué iba a decir yo?

"¡Pues claro que sí, mujer!"

(Y aquí es donde me metí yo solito en el lío…)

La cagada:

Cuando hablamos de precio, yo entendí que el tatuaje sería algo sencillo. Ellas dos, de espaldas, algo rápido y fácil de hacer.

ERROR.

Porque cuando llegó el día del tatuaje, aparece con la foto. Un retrato. Realista. Ella y su hija, mirándote fijamente.

Un trabajazo que, de rápido, no tenía nada.

¿Y qué hice yo?
Nada.

¿Le subí el precio? No.
¿Me arrepentí? Un poco.
¿Aprendí algo? Sí: que tengo que dejar de ser tan buenazo y empezar a cobrar lo que vale mi trabajo.

Porque a ver, no nos engañemos. Si al carnicero le pides un solomillo y luego quieres chuletón, te lo va a cobrar.

Pero yo, como me gustaba la idea, dije:
—"Mira, Jorge, cállate y hazlo."

Lección para ti (porque para algo sirve mi sufrimiento):

Siempre, SIEMPRE, asegúrate de entender bien qué quiere tu cliente. Y si cambian las cosas, cambia el precio.

De lo contrario, acabarás como yo: feliz con el resultado, pero sabiendo que podrías haber ganado más.

Eso sí, el tatuaje quedó brutal. Lo subiré cuando esté curado, con todos los detalles de técnica y materiales (y sin los detalles del precio, porque eso ya lo lloré en privado).

Un beso grande.
Y recuerda: los tatuajes tienen que ser únicos, no copia-pega.

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